miércoles, 14 de diciembre de 2011

A veces, dentro de mi frenetica vida de no parar, me paro a hacer lo que siempre evito: pensar. No quiero hacerlo porque mi mente siempre termina llevandome por caminos que no deberia, a extrañar cosas que ya no son, a plantearme posibilidades que logicamente jamas ocurrirán y acabo con mal cuerpo.

Hoy, ahora mismo de hecho, extraño pasarme horas y horas tumbada mirando las estrellas mientras me parto de risa con una litrona de cerveza y un par de cigarros, echo de menos las conversaciones a altas horas de la madrugada o quedarme toda la noche despierta hasta ver amanecer hablando de temas banales. Añoro los intercambios musicales, la inocencia, las confesiones y secretos musitados a media voz, los galimatias, las respuestas enrevesadas, las palabras reflexivas.... En definitiva: la sencillez...

Pero eso queda atrás, porque al final todo se termina complicando y lo que era ya no es.

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