jueves, 28 de julio de 2011

En el probador de una tienda

Una pareja de novios en busca de nuevas emociones entró en una tienda de tejanos. La chica estaba dispuesta a probarse tres o cuatro modelos distintos y los pidió a la dependienta para probárselos. Su novio se quedó dando vueltas y curioseando por la tienda. La chica entró en el probador, un cubículo de no más e un metro y medio de lado, formado por débiles tabiques, sin techo y con una puerta plegable hecha con listones de madera fina. El reducido espacio sólo tenía un banco de metal y un colgador atornillado a la pared. Ella comenzó a excitarse imaginando un encuentro sexual en ese pequeño espacio, rodeados de gente. Se quitó los pantalones y la camiseta, dejó los cuatro pantalones sobre el banco y abrió la puerta para llamar a su novio. Atenta a la mirada de la vendedora, le dijo al chico en voz alta que le ayudara a decidirse sobre dos de las prendas.

Él entró en el probador y cerró la puerta. Ambos habían pensado lo mismo; ella no podía contener su excitación y se lanzó a bajarle la cremallera del pantalón, sin dar tiempo a nada, como si nunca lo hubiera hecho; se arrodilló, extrajo el pene semierecto del interior de la bragueta y comenzó a practicar una intensa felación. Debido a una pequeña corriente de aire que entraba por arriba, sus pezones se quedaron duros y erectos a disposición de los dedos de él, quien no se hizo esperar para apretarlos y pellizcarlos. Ambos intentaban estar en silencio. Era una pasión cada vez más desenfrenada pero sin sonidos. Cuando ella creyó que el pene estaba a punto abandonó la tarea y se quitó las bragas, quedando completamente desnuda.

A la vez, la inoportuna voz de la dependienta preguntó si alguno de los modelos le quedaba bien. Ella, intentando moderar el tono de voz y disimulando la agitación, contestó que era muy indecisa, pero que con la inestimable ayuda de su novio con seguridad iban a llegar pronto a la mejor de las decisiones. En tanto hablaba, la muchacha realizó unos movimientos lentos, girando sobre sí misma para colocarse de espaldas y ofreció sus caderas para que su novio la penetrara por detrás. Abrió las piernas y levantó las caderas para que su vagina quedara a disposición del pene. Él se elevó un poco sobre la punta de los pies, la cogió por la cintura y guió su pene hacia los labios lubricados de la vagina. La punta del glande llegó a rozar el clítoris en la penetración desde atrás, y ella se estremeció de tal manera que hizo temblar el probador.

Entonces él comenzó un movimiento lento y circular, para que las embestidas no derribaran aquel precario lugar. La excitación fue creciendo poco a poco. Ella respondía a su acalorada necesidad; empujaba con sus caderas hacia atrás y acompañaba el ritmo circular, hasta que recibió el orgasmo controlando sus gemidos, mientras su novio le acariciaba los pechos. Cuando las últimas oleadas aligeraban el peso de la tensión, la voz de la dependienta se hizo oír algo más firme pidiéndole que se diera un poco más de prisa con su decisión, ya que había gente esperando.

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